Discurso político

De WIKIALICE
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Es aquel discurso que se desarrolla en la escena política o electoral con el propósito de persuadir a los partidarios o a los potenciales votantes. Mediante este instrumento los candidatos fijan sus posiciones sobre los distintos problemas públicos y transmiten su mensaje a los electores o a los ciudadanos en general.

Estructura

Los líderes políticos deben adaptar su discurso a las distintas audiencias o lugares escogidos para la presentación de sus candidaturas. Para ello, suelen preparar módulos de discurso sobre cada uno de las diez o veinte cuestiones o «temas» principales sobre las que con más frecuencia disertarán. Como señalan Trent y Friedenberg (2000: 182), «cada módulo es una unidad independiente que puede ser ofrecida como un discurso de dos a siete minutos sobre el tema», cuya extensión puede variar simplemente añadiendo pequeños fragmentos, estadísticas de apoyo, ejemplos ilustrativos o alusivos al lugar donde se pronuncia, etc. Los líderes no sólo han de repetir los discursos sino que tienen que repetir incesantemente el mensaje central de la campaña con cierta disciplina (Carville y Begala, 2003).

Cada uno de estos módulos de discurso ha de estructurarse de acuerdo con el propósito del candidato, según alguna de las siguientes secuencias lógicas más comunes: motivada, temporal, repetida o de la refutación.

En primer lugar, la estructura más habitual de los discursos políticos contemporáneos es la secuencia motivada. La estructura de la «secuencia motivada» de Monroe se basa en la siguiente presentación lógica:

  1. Captar la atención de la audiencia;
  2. Describir el problema;
  3. Presentar la solución;
  4. Visualización de los resultados de la solución; y
  5. Mover a la audiencia a la acción.

Una variante de esta forma de esquematizar los discursos es la inclusión de halagos a la audiencia después de captar su atención (agradecimientos, reconocimientos, etc.) o de la situación de fondo de la campaña, así como la conclusión con un «clincher» o remate final (Lehrman, 2010: 61)[1]. Una alternativa es el esquema «problema-causa-solución»: Este formato incluye una sección intermedia, entre los pasos 2 y 3, explorando las razones del problema, de manera que se establezca un nexo o unión entre las causas del problema y la solución presentada posteriomente. Por último, la estructura de la «ventaja comparativa» supone la exposición ante la audiencia de distintas soluciones entre las que se debe escoger comparándolas entre sí.

En segundo lugar, suele utilizarse también la denominada secuencia o estructura temporal, describiendo en secuencia pasado, presente y futuro del tema o de la política objeto de la alocución.

En tercer lugar, es frecuente la repetición del mensaje, según la clásica fórmula churchilliana de «Diles qué les vas a decir, díselo y luego diles lo que les has dicho»: compuesto por una introducción o apertura en la que el orador expone lo que va a decir, un núcleo central en que se amplía y desarrolla el tema establecido en la apertura y una clausura en la que se repite lo que se ha dicho y se llama a la acción de los seguidores (Ailes, 1993: 92).

Por último, la secuencia de la refutación se desarrolla en cuatro momentos:

  1. Presentar la proposición o idea que se refutará;
  2. Rebatirla;
  3. Presentar la idea o proposición que se defenderá; y
  4. Apoyar argumentalmente la idea o proposición que se defiende.


Apertura

Dado que el objeto primordial del inicio de un discurso de campaña es atraer la atención y el interés de la audiencia, no resulta adecuado exponer con carácter previo el tema del mismo. Resultará más pertinente para mantener la atención de los seguidores omitir el objeto principal del discurso y jugar con los receptores a que éstos intenten adivinar o determinar cuál es la cuestión central que abordará el orador. Tampoco resulta adecuado anticipar los aspectos principales del mensaje que se intentará desarrollar a lo largo de la intervención, a diferencia de los discursos apropiados en otros contextos (académicos, empresariales, etc.), ya que las enumeraciones iniciales distancian emocionalmente al orador de la audiencia.

Una buena apertura, según Richard Dowis (2000)[2], necesita cumplir varias funciones: establecer una terreno común o una relación entre el orador y su audiencia –ello puede conseguirse dirigiéndose a los simpatizantes como «compatriotas» o «amigos»–; establecer el tono del discurso; reforzar o establecer las cualidades del orador; suscitar el interés por el tema de la alocución; usar la ventaja proporcionada por el «periodo de gracia» del orador; y entrar ligeramente en el tema del discurso.

En la apertura del discurso, no sólo es adecuado introducir elementos de identificación con la audiencia sino que también pueden utilizarse algunos de los principios con los que se identificaban abiertamente sus partidarios. Estas ideas o valores no necesariamente han de ser de refuerzo de la identificación partidista sino que incluso la descripción de algunas características distintivas de la nación o del país pueden ser útiles.

Los lemas introductorios no deben ser eslóganes o frases de campaña, que deben reservarse para los momentos culminantes de los discursos, sino frases que recojan afirmaciones y visiones contundentes, especialmente ideas o principios generales compartidos por el auditorio.

Desarrollo

Hay numerosas formas de dar estructura a un discurso sin recurrir a las típicas enumeraciones. Uno de los modos más usuales de construir retóricamente la alocución a través de secuencias de párrafos paralelos. Estas estructuras paralelas permiten transmitir y comunicar mejor las ideas que si son expuestas como una enumeración lógica y suelen dotarse de ritmo usando grupos o conjuntos de anáforas. Estas anáforas pueden combinarse con cláusulas en gradación, intentando obtener un cierto efecto en el público.

Determinados líderes suelen construir sus discursos mediante estructuras paralelas en las que la repetición de términos (mediante anáforas, epíforas o conduplicaciones) se extiende a los párrafos. Algunos de los discursos políticos más célebres están construidos a partir del uso de estructuras paralelas, con repeticiones y series de anáforas, ya que permiten que la atención de la audiencia se centre o fije alrededor de algunas ideas, términos o palabras clave. De hecho, la técnica de la repetición, cuando se hace saturadora, puede ejercer un efecto de atracción hacia algún pasaje en especial, como en el célebre discurso de Martin Luther King en defensa de los derechos civiles el 23 de agosto de 1963, en las escalinatas del monumento a Lincoln en Washington, y conocida por su expresión más repetida (hasta en nueve ocasiones), «Tengo un sueño» («I have a dream»).

Este es un mecanismo extremadamente eficaz en la retórica política. De hecho, algunos de los ejemplos más elocuentes de esta saturación en el uso de anáforas se han convertido en ejemplos verdaderamente clásicos de la oratoria contemporánea.

Otra alternativa diferente es desarrollar la tesis central del discurso mediante yuxtaposiciones extendidas a lo largo de la alocución, haciendo avanzar la argumentación alrededor de ideas opuestas y contrastes y planteando las alternativas entre las que se debe escoger.

Conclusión

En el cierre o conclusión el discurso debe alcanzar su clímax o su punto culminante. De manera que el orador debe avanzar aumentando de modo gradual la intensidad de su alocución, aunque los tipos de clausuras pueden ser muy diversos: resúmenes de la alocución, peticiones o llamamientos a la acción del público o los seguidores, cierre de la tesis o idea principal, cierres anecdóticos, cierres inspiradores, etc. (Dowis, 2000: 187)[2]. Sin embargo, lo más frecuente es utilizar esta fase de los discursos para hacer llamadas a la acción y a la movilización, al proselitismo o al ejercicio del voto de los partidarios.

En esta fase final resulta también especialmente apropiado utilizar combinadamente distintas técnicas retóricas de repetición, como anáforas, conduplicaciones o epístrofes, y repetir distintos estribillos o eslóganes de campaña, para estimular e inspirar a la audiencia. El ejemplo clásico reciente del uso de estribillos y eslóganes para conseguir un efecto de clímax en la fase final de un discurso es el uso de la epífora «Sí, podemos» («Yes, we can») por parte de Barack Obama, un estribillo coreado como un gospel por sus partidarios. Otra forma muy efectiva de concluir los discursos es reproducir alguno de los eslóganes del partido o de la campaña y desarrollar la argumentación alrededor de ellos. Por ejemplo, sobre el tema de la esperanza o el cambio, en el célebre caso mencionado de Obama.

Véase también

Bibliografía

  • Berry, M. F. y Gottheimer, J. (2010): Power in Words. The Stories behind Barack Obama’s Speeches, from the State House to the White House. Boston: Beacon Press.
  • Clarke, T. (2011): Ask Not. The Inauguration of John F. Kennedy and the Speech that Changed America. Nueva York: Penguin Books.
  • Hansen, D. D. (2003): The Dream: Martin Luther King, Jr., and the Speech that Inspired a Nation. Nueva York: HarperCollins.
  • Luntz, F. (2008): Words That Work. It’s not What Your Say, It’s What People Hear. Nueva York: Hyperion.
  • Nelson, M. y Riley, R. L. (2010): The President’s Words: Speeches and Speechwriting in the Modern White House. Lawrence: University Press of Kansas.
  • Noonan, P. (1998): On Speaking Well. Nueva York: Harper Collins.
  • Safire, W. (Ed.) (2004):Lend Me Your Ears. Nueva York: WW. Norton & Company.
  • Wills, G. (1993): Lincoln at Gettysburg. The Words that Remade America. Nueva York. Simon & Schuster.

Referencias

  1. Lehrman, R. (2010): The Political Speechwriter’s Companion: A Guide for Writers and Speakers Washington, D.C, CQ Press.
  2. 2,0 2,1 Dowis, R. (2000): The Lost Art of the Great Speech. How to Write One, How to Deliver it. Nueva York: Amacom.

Autor de esta voz

Antonio Garrido