Comportamiento político y electoral

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El comportamiento político es la rama de la ciencia política orientada a estudiar, explicar, analizar y medir las conductas que relacionan a los individuos con la política en sus diferentes manifestaciones. Aunque dichas conductas abarcan todo aquello relacionado con la política y el poder, como el interés por la política, la manifestación más clara del comportamiento político es el comportamiento electoral.

Se entiende por comportamiento electoral todas aquellas conductas que relacionan a los ciudadanos con el poder político, a través del proceso electoral, y que culminan en el momento de emitir el voto o de decidir abstenerse en unas elecciones. El comportamiento electoral se realiza en el marco de un proceso altamente institucional y regulado, y se caracteriza por ser un comportamiento con posibilidad de cambio entre elección y elección.

Los ciudadanos/electores tienen cuatro opciones de comportamiento: votar a una candidatura, votar en blanco, votar nulo, o abstenerse. El voto es el derecho político por excelencia y como derecho jurídico puede tener un carácter activo, lo que se refiere al derecho de los ciudadanos a votar en unas elecciones; o un carácter pasivo, referido al derecho a ser votado (seleccionado) en unos comicios. Si bien el comportamiento electoral puede sintetizarse en el voto, la Participación electoral es una forma más de Participación política, entre las que podemos encontrar otras formas, como colaborar en una Campaña electoral, participar en manifestaciones o actos de protesta, participar activamente en una asociación de carácter político, entre otras.

Desde los comienzos de la extensión del sufragio, durante el siglo XIX, el estudio del comportamiento electoral ha sido una preocupación para los partidos políticos, los medios de comunicación y la academia. El estudio del comportamiento electoral centra su interés en indagar las causas y condicionantes del voto. Desde el punto de vista metodológico lo óptimo sería realizar el análisis electoral a partir de la asociación entre individuo y el voto, pero el carácter secreto del mismo impide que este análisis pueda realizarse con éxito. Así, el principal problema de los primeros estudios electorales, que fueron análisis agregados a partir de los resultados electorales, fue lo que Robinson denominó en 1950 «falacia ecológica», para referirse a la imposibilidad de asumir que lo que sucede a nivel agregado sucede también a nivel individual.

Con el objeto de poder relacionar las conductas electorales de los individuos con los factores o conductas que determinan dichas preferencias, surgieron las primeras investigaciones de carácter cuantitativo, impulsadas por los avances en el campo de la estadística y la inferencia, con metodología de encuesta. El estudio seminal en este sentido se realizó en el Estado de Erie (Ohio), durante la campaña de 1940, que enfrentaba al republicano Wendell L. Willkie y al demócrata, Franklin D. Rossevelt, dando lugar al libro más conocido de Lazarsfeld: «The people’s choice How the vote makes up his mind in a presidential campaign» (Lazarsfeld, Berelson y Gaudet, 1944)[1], donde se aborda el estudio de los efectos de la propaganda en la intención de voto.

Razones del voto

El estudio de los condicionantes del comportamiento electoral ha seguido un largo proceso de debate, que puede sintetizarse en tres etapas o enfoques no excluyentes entre sí: sociológico, psicológico, y racional.

Enfoque Sociológico

El primer enfoque es el sociológico, que surgió en Columbia en 1944. Este enfoque parte de la premisa de que el comportamiento electoral es una conducta determinada por la posición del individuo en la estructura social. En palabras de Lazersfeld (1944)[1], “una persona piensa, políticamente, como él es socialmente. Las características sociales determinan las preferencias políticas”. Un elemento fundamental para comprender este enfoque es el concepto de clivaje, entendido éste como una fractura social que divide a la sociedad en dos o más subgrupos, enfrentados en torno a uno o varios elementos (Lipset y Rokkan: 1967)[2]. La clase social, la religión y el origen han sido los clivajes tradicionales que más peso han tenido en la explicación del voto. Sin embargo, con el avance de los procesos de industrialización y el progresivo desdibujamiento de las luchas de clase, el enfoque sociológico, que asume el voto desde una perspectiva anclada en el largo plazo, se vio incapaz de explicar los cambios que se producían en el comportamiento electoral en el medio plazo.

Enfoque Psicológico

El segundo enfoque es el psicológico, que se origina en la Universidad de Michigan en 1948. Este enfoque (Véase Campbell, 1960[3]) sostiene que el voto está determinado por los valores prepolíticos y políticos de los individuos, conformados a partir de los procesos de socialización. El supuesto básico de este enfoque reside en asumir el voto como un acto fundado por los mapas cognitivos de los electores, que ofrecen a éstos una comprensión sencilla de los principales elementos del sistema político. Estos mapas o estructuras, que actúan de atajos cognitivos, guían el comportamiento electoral y se originan especialmente a partir de la afinidad partidista o la ideología (América o Europa occidental, respectivamente). La teoría de la identificación partidista parte de la constatación de la existencia de bajos niveles de información, interés y conocimientos políticos entre los ciudadanos (Converse, 1964)[4].

Enfoque Racional

El tercer enfoque, el de la escuela racional (Véase Downs, 1957[5]; Shumpeter, 1945[6]), se sustenta sobre las teorías económicas de la democracia, que advierten de la capacidad del votante para votar racionalmente, a partir de un análisis de preferencias basado en la utilidad.  Este enfoque da prioridad a factores cortoplacistas y coyunturales, como la situación económica, la influencia de los medios de comunicación, la influencia de los líderes (Véase Miller y Shanks, 1966[7]; Rico, 2002[8]), la evaluación retrospectiva de gestión o el análisis de programas políticos, en detrimento de explicaciones estructurales o de valores. En el marco de este enfoque también se ubican las teorías sobre voto estratégico, que defienden que los electores votarán por su segunda o tercera opción electoral, en el caso de que consideren que su primera opción no tiene posibilidades reales de ganar. También los modelos espaciales del voto, fundamentados en las teorías de Downs, del votante medio, que analiza la distancia del elector respecto al Candidato, optando por el que más cerca se encuentre de sus preferencias. No obstante, la revisión más extendida se centra en el modelo de racionalidad limitada o de baja información (Popkin, 1991)[9], que incluye el papel estabilizador de la heurística, proporcionada por la percepción selectiva.

Convergencia de enfoques

Pese a que los diferentes enfoques del comportamiento electoral se presentan con una aparente estanqueidad teórica, las relaciones entre las variables que proponen son más que evidentes. En la actualidad no puede asumirse el predominio de un enfoque sobre otro, sino que el voto se presenta como consecuencia de una ecuación compleja en la que intervienen factores estructurales, factores psicológicos y factores contextuales, que desempeñan un papel clave en el análisis racional.

El desarrollo de las técnicas estadísticas aplicadas a las ciencias sociales, a partir de datos de encuesta, ha posibilitado la creación de modelos de voto altamente complejos, que permiten el estudio sistematizado del comportamiento electoral en cualquier elección y ofrecen un análisis comprensivo del peso de las distintas variables y su interrelación.

Véase también

Referencias

  1. 1,0 1,1 Lazarsfeld, P. F.; Berelson, B. y Gaudet, H. (1944): The People’s Choice. Nueva York/Londres: Columbia University Press.
  2. Lipset, Seymour; Martin y Stein Rokkan (1967): Party Systems and Voter Alignments: Cross-national perspectives; Nueva York: Free Press.
  3. Campbell, A. (1960): The American Voter. Nueva York: Wiley.
  4. Converse, P. E. (1964). «The nature of belief systems in mass publics», en D. E. Apter, ed., Ideology and Discontent. Nueva York: Free Pres.
  5. Downs, Al. (1957): An Economic Theory of Democracy. Nueva York: Harper and Row.
  6. Schumpeter, K. (1945): Capitalism, Socialism and Democracy. Nueva York: Harper.
  7. Miller, W.E y Shanks, J.M. (1996): The New American Voter. Cambridge: Harvard University Press.
  8. Rico, G. (2002): Candidatos y electores. La popularidad de los líderes políticos y su impacto en el comportamiento electoral. Barcelona: Institut de Ciencies Polítiques i Socials.
  9. Popkin, Samuel L. (1991): The Reasoning Voter: Communication and Persuasion in Presidential Campaigns. Chicago: University of Chicago Press.


Autor de esta voz

Alberto Mora