Liderazgo

De WIKIALICE
Ir a la navegación Ir a la búsqueda

Etimológicamente el vocablo liderazgo se deriva del verbo inglés «to lead», que significa conducir, guiar, señalar el camino. El liderazgo es un fenómeno relacional que comprende una serie de elementos invariables: un proceso que implica influencia, un actor individual (que se transforma en el líder), actores colectivos (los seguidores) y un escenario específico (contexto) en el cual los participantes en la interacción despliegan su accionar orientándolo hacia el logro de determinados objetivos. El liderazgo se desarrolla con relación a un grupo cualquiera sea su dimensión y no está causalmente asociado a la ocupación de una posición de poder. El liderazgo no debe confundirse con gestión efectiva o buen management. El liderazgo involucra siempre algún tipo de intercambio (material o simbólico) entre el líder, los seguidores y el contexto, dado que en este último se ubicarían otros actores de importancia, por ejemplo los stakeholders. Los conceptos de interacción y de intercambio están sumamente ligados al concepto de comunicación, puesto que la comunicación está presente (de forma verbal o no verbal) en todos los procesos de interacción e intercambio. Por tanto, el fenómeno de liderazgo posee una dimensión comunicativa que no hay que soslayar. Es a través de la comunicación que se establecen relaciones entre el líder y otras personas, entre el líder y las instituciones y entre las instituciones y los individuos.

«No hay liderazgo sin comunicación» » (Pérez, 2006: 381)[1].

El liderazgo constituye en el ámbito científico y académico un término polisémico,

«tan pronto como intentamos definirlo, descubrimos inmediatamente que el liderazgo tiene diversos significados» (Northouse, 2001:2)[2].

Es por ello que existe una pluralidad de conceptualizaciones derivadas de los factores a los que se recurre a la hora de intentar formular una explicación del mismo. De entre todas las definiciones formuladas, las holísticas, que aprehenden la totalidad de los elementos intervinientes –reconociendo que el locus del liderazgo no se localiza en un factor en particular sino que es el resultado de una interacción en la que se combinan varios factores– son las que más fuerza explicativa poseen para el abordaje de un objeto de estudio tan complejo.

Historia y evolución del concepto

El estudio sistemático del fenómeno del liderazgo se inicia en Estados Unidos en los años 30.Sin embargo, en textos como La República y El Príncipe, Platón y Maquiavelo respectivamente, abordan tangencialmente la cuestión del liderazgo político. Más cercano en el tiempo, el trabajo de Max Weber sobre los tipos de dominación (tradicional, carismática y racional) sienta –a nivel conceptual– las bases de todos aquellos estudios que focalizarán su análisis en el liderazgo carismático o, lo que es lo mismo, en el carisma como generador de liderazgo. A partir de allí, el carisma constituirá un eje fundamental en numerosas investigaciones que abordan el tema aún en la actualidad.

Los primeros trabajos sobre liderazgo se inscriben en lo que se ha dado en llamar Teoría o Enfoque de los rasgos personales originada en EE.UU. en los años 30. En ella, el acento para la explicación del fenómeno está puesto en las cualidades innatas que hacen que un individuo se convierta en líder. A pesar de las numerosas investigaciones empíricas llevadas a cabo, este enfoque no logró reducir la cantidad de rasgos potenciales a considerar para dar cuenta del liderazgo con lo cual, se ve ampliamente reducida la capacidad explicativa de la teoría. Sin embargo resulta sumamente productiva para subrayar la importancia que desempeñan determinadas cualidades del individuo en los procesos de liderazgo. A saber: oratoria, confianza en sí mismo, conocimiento, competencia, capacidad de decisión, integridad, capacidad de persuasión y credibilidad. La imposibilidad de explicar en su totalidad el fenómeno del liderazgo a partir de los rasgos personales, hizo que alrededor de los años 50, algunos estudiosos se concentraran en las conductas y comportamientos. El denominado Enfoque Conductual, entonces dirigirá su atención a aquello que los líderes hacen, con el objetivo de encontrar patrones de conducta que propicien el rendimiento de los grupos, organizaciones e instituciones. Esta aproximación es más dinámica que la de la Teoría de los Rasgos pero, al igual que en ella, los condicionantes externos son ignorados. Los modelos conductuales desarrollados contienen distintas taxonomías de los comportamientos de los líderes. El más conocido es la famosa Rejilla de liderazgo, formulada por Blake y Mouton[3] y luego retomada por un sinfín de teóricos del liderazgo, sostendrá que la eficacia del liderazgo, aumentará o disminuirá de acuerdo a la interacción que se produzca entre dos dimensiones de la conducta de liderazgo: la orientación al cumplimiento de las tareas y la orientación hacia las personas.

A finales de los años 70, comenzará a desarrollarse una perspectiva que acentuará la importancia del contexto en el estudio del liderazgo. Así, desde el Enfoque Situacional–Contingente, se negará la existencia de cualidades innatas o comportamientos específicos que aseguren el éxito del liderazgo y se postulará que éste cambia de acuerdo a la situación. Las investigaciones enmarcadas en esta corriente se preocupan por identificar las variables situacionales (o contingentes) que posibilitan que el liderazgo decrezca o se acreciente. Entre las variables que se han considerado relevantes para la explicación del fenómeno se encuentran: el sistema formal de autoridad, los valores de los gerentes y subordinados, el grado de compromiso de los seguidores, la naturaleza del trabajo que debe desempeñarse, la cultura de la organización, el nivel de participación de los seguidores, la percepción que el líder genera en los demás, etc. Si el olvido del contexto era la debilidad principal de los enfoques anteriores, aquí la mayor deficiencia radicará en la tendencia a asociar el liderazgo con una posición, con la ocupación de un puesto de poder.

La Escuela del Nuevo liderazgo, surgida a mediados de los años ’80, representa un intento por integrar varios de los aportes y preceptos de los anteriores enfoques. Una de sus principales contribuciones será la introducción del concepto de visión para el abordaje del fenómeno. La visión constituirá, siguiendo a Bennis y Nanus[4], una imagen mental que el líder posee sobre un estado futuro de la organización, posible y deseable, y que puede ser tan vaga como un sueño o tan precisa como un objetivo o una misión. El punto fundamental para explicar el liderazgo, radicaría entonces, en la capacidad del líder para definir, articular y comunicar de forma eficaz dicha visión. El enfoque del Nuevo liderazgo se caracteriza por el predominio de estudios descriptivos y escasas investigaciones empíricas direccionadas teóricamente. No obstante ello, es a partir de esta perspectiva que se han revitalizado cuestiones tales como el papel del líder en la motivación, la importancia de la visión, la preeminencia de las percepciones de los seguidores, la centralidad de la persuasión y de la credibilidad.

Estilos de liderazgo

Hay diversas taxonomías de los estilos de liderazgo. Las más examinadas son:

  • Liderazgo autocrático
  • Liderazgo democrático
  • Liderazgo orientado a la tarea
  • Liderazgo orientado a las personas
  • Liderazgo transformacional o liderazgo transaccional.

Si bien estos estilos pueden encontrarse en estado puro en la realidad, también es factible que se articulen elementos de ambos dando origen a nuevas clasificaciones. El liderazgo transformacional o transformador es sin lugar a dudas el estilo de liderazgo más valorado en el terreno de la comunicación política puesto que parece ser el liderazgo que las sociedades, los ciudadanos y gran parte del electorado demandan. El liderazgo transformador es aquel en el cual el líder, a partir de una acertada lectura del contexto, genera una visión en la cual se expone un futuro de bienestar, más próspero que el presente, apelando luego a los valores, a las emociones y a los ideales con la finalidad de concitar el apoyo de los seguidores y movilizar las energías para conseguir el cambio. El liderazgo transformador se opone al mantenimiento del status quo. Dada la gran capacidad comunicativa del líder transformador, este tipo de liderazgo es muy eficaz en el espacio público en general y en el espacio público mediático en particular. El líder transformador difunde su visión y hace su invitación persuasiva para ser seguido, mayoritariamente a través de los medios, puesto que el contacto directo del político con los electores no siempre es posible. Por eso, su habilidad para moverse en ese terreno es un capital muy importante. La transformación que el líder político transformador propone, se hace en parte, desde y con los medios.

Véase también

Bibliografía

  • Burns, J. (1978). Leadership. Nueva York: Haroer and Row.
  • Nye, J. (2008). The Powers to Lead.  New York: Oxford University Press.
    • _ (2009). Leadership e potere.Traduzioni di Adele Oliveri. Bari: Laterza.

Referencias

  1. Pérez, R. (2006): Estrategias de Comunicación. Barcelona: Ariel.
  2. Northouse, P. (1997): Leadership. Theory and Practice. Londres: Sage.
  3. Blake, R. y Mouton, J. (1964): «The Managerial Grid: The Key to Leadership Excellence». Houston: Gulf Publishing Co.
  4. Bennis, W y Nannus, B. (1985): Leaders: the Strategies for Taking Charge. Nueva York: Haroer and Row.



Autor de esta voz

Ileana Carletta