Ritual político

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El estudio del ritual en los pueblos primitivos fue realizado, en un primer momento, por los historiadores de la antigüedad clásica. Posteriormente, en la época contemporánea, a partir de la mitad del siglo xix, su interpretación y análisis sistemático quedó a cargo de antropólogos como Lewis Morgan, Edward Tylor, George Frazer y Arnold van Gennep. No obstante, fue un sociólogo el que a inicios del siglo xx, estableció el criterio para interpretar al ritual como un conjunto de representaciones colectivas que dan cohesión a los miembros de una sociedad. En su libro "Las formas elementales de la vida religiosa" (1915), Émile Durkheim establece un nexo con la religión al considerar al ritual como un conjunto de reglas de conducta que prescriben cómo se deben comportar los individuos ante la presencia de objetos sagrados. De esta manera, se estableció la distinción y clasificación del mundo en dos grandes grupos: lo sagrado y lo profano. La teoría desarrollada por Durkheim (1915)[1], parte de la premisa de que el ritual es un mecanismo social que produce, por un lado, la integración de la sociedad, y por el otro, reproduce las estructuras básicas de la sociedad con el propósito de reforzar la estructura de roles y estatus de esa sociedad. Para Durkheim, la función de integración social que cumple el ritual se origina en el hecho de que toda sociedad requiere, para conservar la solidaridad social, que los actores compartan una serie de creencias colectivas. Ahora bien, estas creencias deben de ser representadas periódicamente y expresadas para conservar su poder cohesionador. Desde esta perspectiva, el ritual constituye la arena donde se lleva a cabo dicha representación, y la participación ritual les recuerda a los actores sus estatus y roles en la sociedad.

Steven Lukes (1975)[2], interesado en el análisis de la función que desempeñan los rituales en la política en las sociedades industriales avanzadas, analiza al ritual como una actividad de carácter simbólico, gobernada por reglas, que dirige la atención de sus participantes hacia objetos de pensamiento y sentimiento que tienen para ellos un significado especial. En la búsqueda de una definición general del ritual, propone tener en cuenta tres dimensiones. En primer lugar, que el ritual es una conducta dirigida por reglas, es decir, una conducta formalizada cuya realización produce una presión normativa en sus miembros. En segundo, la conducta ritual no tiene un vínculo necesario con las prácticas religiosas, de manera que es posible hablar de rituales seculares. En tercer lugar, el ritual es una acción de naturaleza simbólica, en la cual el referente de los símbolos rituales (lo que se representa con los símbolos rituales), son objetos, relaciones, roles, situaciones, ideas, que tienen una importancia fundamental para el grupo social. Lo que hace el ritual es llamar la atención hacia esas representaciones colectivas.

Lukes considera que el ritual político organiza y fortalece representaciones colectivas que son interiorizadas por los individuos, y que el simbolismo del ritual político representa modelos particulares, o paradigmas políticos de cómo funciona la sociedad. Desde su punto de vista, los rituales políticos, constituyen modos de ejercicio de poder que sirven para perpetuar los modos oficiales de estructura social. Este sociólogo, pone a las elecciones como principal ejemplo de ritual político en las sociedades democráticas liberales. La participación en las elecciones puede interpretarse como la afirmación simbólica de que los votantes aceptan el sistema político y su papel en él. De tal manera que, el ritual de las elecciones cumple un papel significativo en la legitimación y perpetuación de los paradigmas políticos o representaciones colectivas que contribuyen a la estabilidad del sistema político.

David Kertzer (1988)[3] considera que los rituales forman parte de la realidad política y que al participar en ellos, la gente se identifica con fuerzas políticas más grandes que solamente pueden ser objetivadas de manera simbólica. En la opinión de este antropólogo, los rituales moldean la comprensión del universo político de la gente, ayudan a construir organizaciones políticas, son empleados para construir legitimidad política y en la ausencia de consenso político permiten crear solidaridad. Catherine Bell (1997)[4], una estudiosa de la religión, considera que los rituales políticos son aquellas prácticas ceremoniales que construyen y muestran el poder de instituciones políticas (tales como los ancianos de la aldea, el rey o el estado) o los intereses políticos de distintos grupos. Desde su punto de vista, ejemplos de rituales políticos serían los sacrificios aztecas, la coronación de la Reina de Inglaterra, los funerales de estado otorgados a John Kennedy, a Mao Tse-Tung, la quema de cruces del Ku Klux Klan. Estos rituales, utilizan los símbolos para representar y legitimar un grupo de personas como una comunidad ordenada y coherente con valores y objetivos compartidos. Una de las estrategias por medio de las cuales los rituales políticos definen las relaciones de poder en una comunidad es a través de las exhibiciones excesivas de riqueza y recursos materiales.

Véase también

Bibliografía

  • Turner, V. (1980): La selva de los símbolos. México: Ed. Siglo Veintiuno.

Referencias

  1. Durkheim, É. (1915) [1968]: Las formas elementales de la vida religiosa. Buenos Aires: Ed. Schapire, Argentina.
  2. Lukes S. (1975): «Political ritual and social integration». Sociology 9: 289-308.
  3. Kertzer, D. (1988): Ritual, Politics and Power. New Heaven y Londres: Ed. Yale University Press, USA.
  4. Bell, C. (1997): Ritual: Perspectives and Dimensions. Nueva York: Ed. Oxford University Press, USA.



Autor de esta voz

Aquiles Chihu Amparán